La
Razón -Lima, 28 de noviembre 2024
REELECCIÓN
DE ALCALDES Por
Antero Flores-Araoz
En
el Congreso de la República y fruto de la vorágine
de hacer modificaciones a la Constitución que nos rige
desde ya hace algo más de treinta años, se presentó
proyecto de ley para hacer una enmienda en el sentido de
restablecer la posibilidad de reelección de alcaldes, sean
provinciales o distritales. Como se recordará, hace unos
años se prohibió la reelección inmediata de
autoridades municipales y, para superar ese escollo es que se
presentó la iniciativa legislativa a la que nos referimos
en el párrafo anterior. El proyecto de modificación
constitucional para permitir la reelección de alcaldes,
alcanzó la votación calificada requerida, aunque en
segunda votación no se logró, con lo cual la
modificatoria pasa al archivo para mejor oportunidad o es sometida
a referéndum. En buen romance el intento de terminar con la
prohibición de reelección de alcaldes, simplemente
fracasó. Evidentemente no es una buena noticia, pues si
bien el Congreso ejerce entre sus atribuciones y facultades, la de
representación ciudadana, una cosa es representarnos y otra
cosa muy diferente es sustituirnos. Cuando hay la
normatividad permisiva de reelección de alcaldes, somos los
ciudadanos los que decidimos si el alcalde repite la función
o no, pero en la actualidad el Congreso nos ha sustituido en la
decisión, al determinar simplemente que no hay
reelección. La reelección edil es conveniente y
también deseable pues, siendo el mandato municipal de
cuatro años, por lo general el primer año el alcalde
va conociendo el cargo y se va asentando en el mismo, para el
segundo año tratar de llevar adelante las mejoras para las
que se comprometió en campaña y, en el tercero
llevarlas a la práctica pues ya para el cuarto será
difícil hacerlas pues los candidatos a alcalde para el
nuevo período lo tendrán de saco para entrenamiento
de boxeo, en que todos los golpes le caerán. Por eso los
cuatro años son insuficientes y si el alcalde es bueno, hay
motivo para su reelección. Por otro lado, la experiencia
nos ha demostrado que son pocos los alcaldes reelegidos, y es el
elector el que sopesa la actuación del que intenta la
reelección para renovarle o no su confianza. Si es que
no hubiera habido reelección no se habían producido
las excelentes gestiones de varios alcaldes que dejaron exitosa
huella. Ejemplos hay por doquier, tanto en la capital como en
provincias, no todos por cierto, pues algunos que fueron reelectos
no se caracterizaron por su buena actuación, lo que
demuestra que hay también electores masoquistas. Como dijo
el Quijote: “Cosas veredes Sancho”. Sería un
acierto si el Congreso, reconsiderando su última votación
de la modificación constitucional a la que aludimos, llega
a votos suficientes para que en las próximas elecciones
municipales y regionales, exista la posibilidad de reelección
de sus autoridades. No nos priven a los ciudadanos de nuestro
derecho a volver a elegir a quien haya tenido satisfactoria
ejecutoria.
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